Salmo 22 - Decidió hacerlo por ti



El Salmo 22 muestra el amor de nuestro precioso Salvador cuando se convirtió en una ofrenda por el pecado a favor nuestro.
En los primeros 20 versículos vemos el sufrimiento que humanamente pasó Jesús, su humillación, dolor queja y tortura. ¿Cómo no permitir que nuestro corazón se inflame de alabanza y gozo al leer todo lo que Él pasó por amor a mí?  ¿quién podría amarnos con semejante amor? no hay amor más puro que este.

Leamos y veamos detenidamente todo el dolor que soportó, teniendo en cuenta que éramos “enemigos de Dios”. Un amor sin condición:

Salmo 22:1-2
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
Dios mío, clamo de día, y no respondes;
Y de noche, y no hay para mi reposo".

A pesar de que sigue sufriendo, no desconfía del poder de Dios para sostenerlo. Él sin lugar a dudas es nuestro ejemplo a seguir, nuestro héroe:
"Pero tú eres santo,
Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
En ti esperaron nuestros padres;
Esperaron, y tú los libraste.
Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.
Mas yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
Todos los que me ven me escarnecen;
Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
Se encomendó a Jehová; líbrele él;
Sálvele, puesto que en él se complacía".

Respuesta:
La confianza de que fuimos escogidos con un plan.
"Pero tú eres el que me sacó del vientre;
El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios".

Un panorama lleno de incapacidad frente a él:
"No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;
Porque no hay quien ayude.
Me han rodeado muchos toros;
Fuertes toros de Basán me han cercado.
Abrieron sobre mí su boca
Como león rapaz y rugiente.
He sido derramado como aguas,
Y todos mis huesos se descoyuntaron;
Mi corazón fue como cera,
Derritiéndose en medio de mis entrañas.
Como un tiesto se secó mi vigor,
Y mi lengua se pegó a mi paladar,
Y me has puesto en el polvo de la muerte.
Porque perros me han rodeado;
Me ha cercado cuadrilla de malignos;
Horadaron mis manos y mis pies.
Contar puedo todos mis huesos;
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes".

Cambia su perspectiva por un consuelo seguro, esa ayuda divina que necesita:
"Mas tú, Jehová, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.
Libra de la espada mi alma,
Del poder del perro mi vida.
Sálvame de la boca del león,
Y líbrame de los cuernos de los búfalos" (vers. 3-21).

Ahora vamos a ver un cambio radical. Leímos de su sufrimientos y ahora veremos la gloria que Él obtendría, bañado de un grito especial de alabanza:
"Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación te alabaré.
Los que teméis a Jehová, alabadle;
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó.
De ti será mi alabanza en la gran congregación;
Mis votos pagaré delante de los que le temen.
Una alabanza conjunta:
Comerán los humildes, y serán saciados;
Alabarán a Jehová los que le buscan;
Vivirá vuestro corazón para siempre.
Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
Porque de Jehová es el reino,
Y él regirá las naciones.
Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;
Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
La posteridad le servirá;
Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
Vendrán, y anunciarán su justicia;
A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto" (vers. 22-31).

Él completó la operación con triunfo y nos ofrece una redención, una liberación completa y segura. Nunca seremos dignos de ella; no podemos ganarla; no podemos comprarla. Es un regalo impagable. Jesús enfrentó todo lo que tenía que enfrentar para salvarnos. Un día él reinará sobre todas las naciones y nosotros nos alegraremos y publicaremos por la eternidad el gozo de la Salvación.
Nuestro Salvador, quien sufrió todo este dolor, nos prometió:
 “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Deléitate en el único Dios que podía hacer semejante sacrificio y lo hizo por amor a ti.


Verónica Rodas


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