Salmo 43 - En tu oscuridad, vuelve a la “luz”



Puede que te encuentres con personas que viven sin Dios, mentirosos injustos... ¿qué haces? ¿te influencian y empiezas a creer que Dios no te ayuda, te desanimas y dudas de Dios, o haces lo que hizo David? Él comenzó este salmo diciendo: ¡declárame inocente Dios, líbrame!" Excelente manera de empezar una oración.
Salmo 43:1
"Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa;
Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo".

David, en medio de su clamor, hace una afirmación: ¿por qué me hiciste a un lado? Es una declaración que podría ser cierta porque hay muchas razones por las cuales Dios podría desecharnos. Pero ninguno de los motivos que pensamos como verdaderos podría romper la gran verdad de que somos sus hijos y él no nos desecha.
Las crisis te llevan a pensamientos totalmente destructivos, pero si vuelves a mirarlo a él, vuelves a tener esperanza.
"Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado?
¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?" (vers. 2).
¿Por qué pide luz y verdad? porque la necesita para volver a ver a Dios. Es como si dijera: Necesito tu luz y tu verdad para que me guíen hacia ti. Esa claridad en el camino y la verdad en tu Palabra me van a llevar al lugar donde tú estás y lo necesito.
"Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán;
Me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas" (vers. 3).

Entrando en la presencia de Dios encuentro la limpieza de mis pensamientos engañosos.
Esto es lo que experimentó David. Dios quitó la frustración que tenía con respecto a las personas que lo rodeaban, levantó su ánimo, lo llenó de fe y le dio esperanza. Ese hombre que comienza la oración exponiendo su crisis a Dios, pasa por su falta de fe, se siente solo, cree que Dios lo desechó y se lo pregunta:  "¿por qué me has desechado?". Comienza a entender que necesita volver a la luz: “Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán”. Ahora, en este versículo vemos que entiende: “Corro a la fuente de toda mi alegría y te alabo con todo lo que tengo”. David empieza a ver.
"Entraré al altar de Dios,
Al Dios de mi alegría y de mi gozo;
Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío" (vers. 4).

El salmista, después de semejante claridad, “Dios de mi alegría y de mi gozo”, piensa: es imposible estar desanimado y triste si estoy lleno del Dios de mi “alegría y gozo”.
En el final del capítulo afirma: “¡Pondré mi esperanza en Dios! ¡mi Salvador y mi Dios!”

"¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío" (vers. 5).


Verónica Rodas


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